viernes, 29 de noviembre de 2013

Una consecuencia inesperada de la pobreza infantil.



Vivir en un ambiente de pobreza de pequeños modifica el cerebro y puede conducir a tener problemas para regular las emociones en época adulta acaba de comprobar un estudio estadounidense. Según los autores la clave reside en el desarrollo de la amígdala, un área del cerebro conocida por su papel en el control del miedo y otras emociones negativas.

"Nuestros hallazgos sugieren que el estrés de la carga de crecer en un ambiente pobre pude ser un mecanismo subyacente que explica la relación de la pobreza de niño y lo bien que funciona su cerebro como adulto" explica el doctor K. Luan Phan, profesor de psiquiatría en la Universidad de Illinois en Chicago y autor principal del estudio. Y es que según los datos publicados en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences, el estrés que genera la pobreza infantil puede conllevar problemas en la regulación de las emociones en etapas posteriores.

Para llegar a esta conclusión los investigadores analizaron a 49 personas estudiando su nivel de ingresos familiares, la exposición a factores de estrés, su respuesta fisiológica al estrés, el desarrollo socio-emocional y las interacciones de los sujetos con sus padres. La mitad eran de familias con ingresos bajos. Gracias a imágenes del cerebro obtenidas mediante resonancias magnéticas a los 24 años los científicos evaluaron la actividad cerebral mientras realizaban una tarea emocional. Quienes fueron más pobres de pequeños mostraron una menor actividad en las áreas de la corteza prefrontal del cerebro.

Como explico el propio Phan, lo importante es que la cantidad de estrés crónico desde la infancia hasta la adolescencia (como la infravivienda, el hacinamiento, el ruido, problemas familiares, la violencia o la separación de la familia) determina la relación entre la pobreza infantil y la zona prefrontal del cerebro durante la regulación de las emociones.

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